I.5 p1/2-Entre naranjos, de Vicente Blasco Ibáñez (1904)
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Las primeras lluvias del invierno caían con insistencia sobre la comarca. El cielo gris, cargado de nubes, parecía tocar la copa de los árboles. La tierra rojiza de los campos obscurecíase bajo el continuo chaparrón;. los caminos hondos y tortuosos,. entre las tapias y setos de los huertos, convertíanse en barrancos;. paralizábase la vida laboriosa del cultivo y los pobres naranjos, tristes y llorosos, encogíanse bajo el diluvio,. como protestando de aquel cambio brusco en el país del sol.

El río crecía. Las aguas rojas y gelatinosas,. como arcilla líquida,.
chocaban contra las pilastras de los puentes,. hirviendo como montones removidos de hojas secas. Los habitantes de las casas inmediatas al Júcar seguían con mirada ansiosa el curso del río y plantaban en la orilla cañas y palos para convencerse de la subida de su nivel.

--_¿Munta?..._--preguntaban los que vivían en el interior.

--_Sí que munta_--contestaban los ribereños.

El agua subía con lentitud,. amenazando a la ciudad que audazmente había echado raíces en medio de su curso.

Pero a pesar del peligro, los vecinos no iban más allá de una alarmada curiosidad. Nadie sentía miedo ni abandonaba su casa para pasar los puentes,. buscando un refugio en tierra firme. ¿Para qué? Aquella inundación sería como todas. Era inevitable de vez en cuando la cólera del río:. hasta había que agradecerla,. pues constituía diversión inesperada;. una agradable paralización de trabajo. La confianza moruna daba tranquilidad a la gente. Lo mismo había hecho en tiempo de sus padres, de sus abuelos y tatarabuelos,. y nunca se llevó la población:.
algunas casas la vez que más. ¿Y había de sobrevenir ahora la catástrofe?... El río era el amigo de Alcira:. se guardaban el afecto de un matrimonio que,. entre besos y bofetadas,. llevase seis o siete siglos de vida común. Además, para la gente menuda, estaba allí el _padre_ San Bernardo,. tan poderoso como Dios en todo lo que tocase a Alcira,. y único capaz de domar aquel monstruo que desarrollaba sus ondulantes anillos de olas rojizas.

Llovía día y noche,. y sin embargo, la ciudad, por su animación, parecía estar de fiesta. Los muchachos, emancipados de la escuela por el mal tiempo,. iban a los puentes a arrojar ramas para apreciar la velocidad de la corriente,. o descendían por las callejuelas vecinas al río para colocar señales,. aguardando que la lámina de agua, ensanchándose, llegase hasta ellas.

La gente de los cafés se deslizaba por las calles al abrigo de los grandes aleros,. cuyas canales rotas vomitaban chorros como brazos,. y después de mirar al río,. bajo el débil abrigo de sus paraguas, volvían muy ufanos,. parándose en todas las casas, para dar su opinión sobre la crecida.

Era una de pareceres, discusiones ardorosas y diversas profecías,. que agitaban la ciudad de un extremo a otro,. con el calor y la vehemencia de la sangre meridional. Se disputaba, se enfriaban amistades,. por si en media hora el río había subido cuatro dedos o uno solo;. y faltaba poco para venir a las manos por si esta riada era más importante que la anterior.

Y mientras tanto el cielo, llorando incesantemente por sus innumerables ojos;. el río hinchándose de rugiente cólera,. lamiendo con sus lenguas rojas la entrada de las calles bajas,. asomábase a los huertos de las orillas y penetraba por entre los naranjos,. después de abrir agujeros en los setos y en las tapias.

La única preocupación era si llovería al mismo tiempo en las montañas de Cuenca. Si bajaba agua de allá, la inundación sería cosa seria. Y los curiosos hacían esfuerzos al anochecer por adivinar el color de las aguas,. temiendo verlas negruzcas, señal cierta de que venían de la otra provincia.

Cerca de dos días duraba aquel diluvio. Cerró la noche y en la obscuridad sonaba lúgubre el mugido del río. Sobre su negra superficie reflejábanse, como inquietos pescados de fuego,. las luces de las casas ribereñas y los farolillos de los curiosos que examinaban las orillas.

En las calles bajas, el agua, al extenderse, se colaba por debajo de las puertas. Las mujeres y los chicos refugiábanse en los graneros,. y los hombres, arremangados de piernas, chapoteaban en el líquido fangoso,.
poniendo en salvo los aperos de labranza,. o tirando de algún borriquillo que retrocedía asustado, metiéndose cada vez más en el agua.

Toda aquella gente de los arrabales,. al verse en las tinieblas de la noche, con la casa inundada,. perdió la calma burlona de que había hecho alarde durante el día. La dominaba el pavor de lo sobrenatural y buscaba con infantil ansiedad una protección, un poder fuerte que atajase el peligro. Tal vez esta riada era la definitiva. ¿Quién sabe si serían ellos los destinados a perecer con las últimas ruinas de la ciudad?...
Las mujeres gritaban asustadas al ver las míseras callejuelas convertidas en acequias.

--_¡El pare San Bernat!..._ _¡Que traguen al pare San Bernat!_ .

Los hombres se miraban con inquietud. Nadie podía arreglar aquello como el glorioso patrón. Ya era hora de buscarle, cual otras veces, para que hiciese el milagro.

Había que ir al ayuntamiento:. obligar a los señores de viso, gente algo descreída,. a que sacasen el santo para consuelo de los pobres.

En un momento se formó un verdadero ejército. Salían de las lóbregas callejuelas, chapoteando en el agua como ranas,. vociferando su grito de guerra:. _¡San Bernat! ¡San Bernat!_ Los hombres, remangados de piernas y brazos, o desnudos, sin otra concesión al pudor que la faja,. esa prenda que jamás se despega de la piel del labriego;. las mujeres con las faldas a la cabeza,. hundiendo en el barro sus tostadas y enjutas piernas de bestias de trabajo;. todos mojados de cabeza a pies,. con las ropas mustias y colgantes adheridas a la carne. Al frente del inmenso grupo, iban unos mocetones con hachas de viento,. cuyas llamas se enroscaban crepitantes bajo la lluvia,. paseando sus reflejos de incendio sobre la vociferante multitud.

--_¡San Bernat!_ _¡San Bernat!_... _¡Viva el pare San Bernat!_ Pasaban por las calles con el estrépito y la violencia de un pueblo amotinado,. bajo el continuo gotear del cielo y los chorros de los aleros. Abríanse puertas y ventanas, uniéndose nuevas voces a la delirante aclamación,. y en cada bocacalle, un grupo de gente engrosaba la negra avalancha.

Iban todos al ayuntamiento, furiosos y amenazantes como si solicitaran algo que podían negarles,. y entre la muchedumbre veíanse escopetas, viejos trabucos y antiguas pistolas de arzón enormes como arcabuces.
Parecía que iban a matar al río.

El alcalde, con todos los del ayuntamiento, aguardaba a la puerta de la casa de la ciudad. Habían llegado corriendo, seguidos de alguaciles y gente de la ronda, para hacer frente al motín.

--_¿Qué voleu?_--preguntaba el alcalde a la muchedumbre.

¡Qué había de querer! El único remedio, la salvación;. llevar al santo omnipotente a la orilla del río para que le metiera miedo con su presencia;. lo que venían haciendo siglos y siglos sus ascendientes,.
gracias a lo cual aún existía la ciudad.

Algunos vecinos que eran mal mirados por la gente del campo, a causa de su incredulidad, sonreían. ¿No sería mejor desalojar las casas cercanas al río? Una tempestad de protestas seguía a esta proposición. ¡Fuera!
¡Querían que saliese el santo! ¡Que hiciera el milagro, como siempre!

Y acudía a la memoria de la gente sencilla el recuerdo de los prodigios,.
aprendidos en la niñez sobre las faldas de la madre;. las veces que en otros siglos había bastado asomar a San Bernardo a un callejón de la orilla,. para que inmediatamente el río se fuera hacia abajo,.
desapareciendo como el agua de un cántaro que se rompe.

El alcalde, fiel a la dinastía de los Brull, estaba perplejo. Le atemorizaba el populacho y quería acceder, como de costumbre,. pero era grave falta no consultar al _quefe_. Por fortuna, cuando la gran masa negra comenzaba a revolverse indignada por su silencio y salían de ella silbidos y gritos hostiles, llegó Rafael.

Doña Bernarda le había hecho salir al primer asomo de la popular manifestación. En aquellas circunstancias era cuando se lucía su marido,.
dando disposiciones que de nada servían. Pero al volver el río a su normalidad y desaparecer el peligro,. el popular rebaño admiraba sus sacrificios, llamándole el padre de los pobres. Si el milagroso santo había de salir,. que fuese Rafael quien concediera el permiso. Las elecciones de diputados estaban próximas;. la inundación no podía llegar con más oportunidad. Nada de imprudencias, ni de darla un susto;. pero debía hacer algo, para que la gente hablase de él como hablaba de su padre en tales casos.

Por esto Rafael, después de hacerse explicar por los más exaltados el deseo de la manifestación ordenó con majestuoso ademán:.

--Concedido: que saquen a _San Bernat_.

Entre un estrépito de aplausos y vivas a Brull,. la negra avalancha se dirigió a la iglesia.

Había que hablar con el cura para sacar el santo,. y el buen párroco, bondadoso, obeso y un tanto socarrón,. se resistía siempre a acceder a lo que él llamaba una tradicional mojiganga. Le complacía poco salir en procesión, bajo un paraguas, con la sotana remangada,. perdiendo a cada paso los zapatos en el barro. Además, cualquier día, después de sacar en rogativa a San Bernardo,. el río se llevaba media ciudad, ¿y en qué postura,--como decía él--quedaba la religión por culpa de aquella turba de vociferadores?

Rafael y sus acólitos del ayuntamiento se esforzaban por convencer al cura,. pero éste sólo contestaba a su petición preguntando si venía agua de Cuenca.

--Creo que sí--dijo el alcalde.--Ya ve usted que con esto aumenta el peligro y se hace más precisa la salida del santo.

--Pues si viene agua de allá--contestó el párroco,--lo mejor es dejarla pasar,. y que San Bernardo se quede en su casa. Estas cosas de santos se han de tocar con mucha discreción, créanme ustedes... Y si no acuérdense de aquella riada en la que el agua iba por encima de los puentes.
Sacamos el santo, y poco faltó para que el río se lo llevara agua abajo.

La muchedumbre inquieta por la tardanza, gritaba contra el cura. Era una escena extraña ver al hombre de iglesia protestando en nombre del buen sentido;. pretendiendo luchar contra las preocupaciones amontonadas por varios siglos de fanatismo.

--Puesto que ustedes lo quieren, sea--dijo por fin.--Saquen el santo y que Dios se apiade de nosotros.

Una aclamación inmensa de la muchedumbre,. que llenaba la plaza de la iglesia, saludó la noticia. Seguía cayendo la lluvia y sobre las apretadas filas de cabezas cubiertas con faldas, mantas y alguno que otro paraguas,. pasaban las rojizas llamas de los hachones tiñendo de escarlata las mojadas caras.

Sonreía la gente bajo aquel temporal con la confianza del éxito;.
gozándose por adelantado con el terror del río apenas entrase en él la bendita imagen. ¿Qué no podría San Bernardo? Su historia portentosa, como un romance de moros y cristianos,. inflamaba todas las imaginaciones. Era un santo de la tierra:. el hijo segundo del rey moro de Carlet. Por su talento, su cortesía y su hermosura, obtuvo tanto éxito en la corte del rey de Valencia,. que llegó a ser su primer ministro,. y cuando su señor tuvo que andar en tratos con el rey de Aragón,. envió a Barcelona a San Bernardo,. que entonces se llamaba el príncipe Hamete.

En su viaje, llega una noche a las puertas del monasterio de Poblet.
Los cánticos de los cistercienses,. difundiéndose místicos y vagorosos en la calma de la noche al través de las ojivas,. conmueven el alma del joven sarraceno,. que se siente atraído a la religión de los enemigos por el encanto de la poesía. Se bautiza, toma el blanco hábito de San Bernardo de Clairveux y vuelve algún tiempo después al reino de Valencia para predicar el cristianismo. Le respeta la tolerancia con que los monarcas sarracenos acogían todas las doctrinas religiosas,. y convierte a sus dos hermanas, dos hermosas moras que toman los nombres de Gracia y María,. e inflamadas de santo entusiasmo quieren acompañar al hermano en sus predicaciones.

Pero el viejo rey de Carlet había muerto. En el mando del pequeño estado feudatario, especie de jefatura de kabila militar,. le había sucedido su primogénito, el arrogante Almanzor, un moro brutal y orgulloso,. que se afrenta de que individuos de su familia vayan por los caminos rotos y miserables,. predicando una religión de mendigos,. y con unos cuantos jinetes sale en persecución de sus hermanos. Los encuentra junto a Alcira ocultos en la orilla del río;. con un revés de su espada, corta el cuello a las dos hermanas y San Bernardo es crucificado y le taladran la frente con un clavo enorme. Así pereció el santo patrón, adorado con fervor por los pequeños;. el príncipe hermoso, convertido en vagabundo y pordiosero,. sacrificio que halagaba a los más pobres de sus devotos.

La muchedumbre recordaba esta historia, repetida de generación en generación,. sin más crédito que las tradiciones ni otros documentos justificantes que la fe popular,. y daba vivas al padre San Bernardo,.
convencida de que era el primer ministro de Dios como lo había sido del rey moro de Valencia.

Se organizaba rápidamente la procesión. Por las estrechas calles de la isla corría la lluvia formando arroyos, y descalzos o hundiendo sus zapatos en el agua,. llegaban hombres con hachones y trabucos;. mujeres guardando sus pequeñuelos bajo la hinchada tienda que formaban las sayas subidas a la cabeza. Presentábanse los músicos con las piernas desnudas,.
levita de uniforme y emplumado chacó,. semejantes a esos jefes indígenas que adornan su desnudez con casacas y tricornios de deshecho.

Frente a la iglesia brillaban como un incendio los grupos de hachones,. y al través del gran hueco de la puerta veíanse, cual lejanas constelaciones, los cirios de los altares.

Casi todo el vecindario estaba en la plaza,. a pesar de la lluvia cada vez más fuerte. Muchos miraban al negro espacio con expresión burlona.
¡Qué chasco iba a llevarse! Hacía bien en aprovechar la ocasión soltando tanto agua;. ya cesaría de chorrear tan pronto como saliese San Bernardo.

La procesión comenzaba a extender su doble cadena de llamas entre el apretado gentío.

--_¡Vítol el pare San Bernat!_--gritaban a la vez un sinnúmero de voces roncas.

--_¡Vítol les chermanetes!_--añadían otros corrigiendo la falta de galantería de los más entusiastas.

Porque las hermanitas, las santas mártires Gracia y María, también figuraban en la procesión. San Bernardo no iba solo a ninguna parte. Era cosa sabida hasta por los niños,. que no había fuerza en el mundo capaz de arrancar al santo de su altar si antes no salían las hermanas. Juntas todas las caballerías de los huertos, y tirando un año, no conseguirían moverle de su pedestal. Era éste uno de sus milagros acreditados por la tradición. Le inspiraban las mujeres poca confianza--según decían los comentadores alegres--y no queriendo perder de vista a sus hermanas,.
para salir él de su altar, habían de ir éstas por delante.

Asomaron a la puerta de la iglesia las santas hermanas, balanceándose en su peana sobre las cabezas de los devotos.

--_¡Vítol les chermanetes!_ Y las pobres _chermanetes_, goteando por todos los pliegues de sus vestiduras,. avanzaban en aquella atmósfera casi líquida, obscura, tempestuosa,. cortada a trechos por el crudo resplandor de los hachones.

Los músicos probaban los instrumentos preparándose a soplar la Marcha Real. En el hueco iluminado de la puerta se marcó algo que brillaba sobre las cabezas como un ídolo de oro. Avanzaba pesadamente, con fatigoso cabeceo, como movido por las olas de un mar irritado.

La multitud lanzó un rugido. La música rompió a tocar.

--_¡Vítol el pare San Bernat!_.

Pero la música y las aclamaciones quedaron ahogadas por un estrépito horripilante,. como si la isla se abriera en mil pedazos,. arrastrando la ciudad al centro de la tierra. La plaza se llenó de relámpagos. Era una verdadera batalla, descargas cerradas,. arcabuzazos sueltos, tiros que parecían cañonazos. Todas las armas del vecindario saludaban la salida del santo. Los viejos trabucos cargados hasta la boca,. tronaban con fogonazos que quitaban la vista,. chamuscando a los más cercanos;.
disparábanse los pistolones de arzón entre las piernas de los fieles;.
repetían sus secas detonaciones las escopetas de fabricación moderna,. y la muchedumbre aficionada a correr la pólvora,. arremolinábase gesticulante y ronca,. enardecida por el excitante humo mezclado con la humedad de la lluvia y por la presencia de aquella imagen de bronce,.
cuya cara redonda y bondadosa de frailecillo sano, parecía adquirir palpitaciones de vida a la luz de las antorchas.

Ocho hombres forzudos y casi en cueros encorvábanse bajo el peso del santo. Las oleadas de gente estrellábanse contra ellos,. haciendo vacilar las andas. Dos atletas despechugados, admiradores del santo, marchaban a ambos lados, conteniendo el gentío.

Las mujeres, sofocadas por la aglomeración, empujadas y golpeadas por el vaivén,. rompían a llorar con la vista fija en el santo, agitadas por un sollozo histérico.

--_¡Ay, pare San Bernat!_ _¡Pare San Bernat, salveumos!_.

Otras sacaban chiquillos de entre los pliegues de sus faldas,. y levantándoles sobre sus cabezas,. buscaban los brazos de los dos poderosos atletas.

--_¡Agárralo!_ _¡Qu' el bese!_.

Y el atleta, por encima de la gente, agarraba al chiquillo con una mano que parecía una garra. Le asía del primer sitio que encontraba;.
elevábale hasta el nivel del santo para que besase el bronce y lo devolvía como una pelota a los brazos de su madre. Todo con rapidez, automáticamente,. dejando un chiquillo para coger otro,. con la regularidad de una máquina en función. Muchas veces el impulso era demasiado rudo;. chocaban las cabezas de los niños con sordo ruido,.
aplastábanse las tiernas narices contra los pliegues del metálico hábito,. pero el fervor de la muchedumbre parecía contagiar a los pequeños;. eran los futuros adoradores del fraile moro,.y rascándose los chichones con las tiernas manecitas,. se tragaban las lágrimas y volvían a adherirse a las faldas de sus madres.

Detrás del glorioso santo marchaban Rafael y los señores del ayuntamiento con gruesos blandones;. el cura, bufando al sentir las primeras caricias de la lluvia,. bajo el gran paraguas de seda roja con que le cubría el sacristán;. y la muchedumbre de hortelanos confundidos con los músicos,. que más atentos a mirar donde ponían los pies que a los instrumentos,. entonaban una marcha desacorde y rara. Seguían los tiros, las aclamaciones delirantes a San Bernardo y sus hermanas,. y rodeado de un nimbo rojo por el resplandor de las antorchas,. saludada en cada esquina por una descarga cerrada,. iba navegando la imagen sobre aquel oleaje de cabezas azotado por la lluvia que, a la luz de los cirios,.
tomaba la transparencia de hilos de cristal. Y en torno del santo, los brazos de los atletas siempre en movimiento,. subiendo y bajando chiquillos que babeaban el mojado bronce del padre San Bernardo. En balcones y ventanas aglomerábanse las mujeres con la cabeza resguardada por las faldas. El paso del santo provocaba profundos suspiros,.
dolorosas exclamaciones de súplica. Era un coro de desesperación y de esperanza.

--_¡Salveumos, pare San Bernat!_... _¡Salveumos!_... .

La procesión llegó al río, pasando y repasando el puente del arrabal.
Reflejáronse las inquietas llamas en las olas lóbregas del río,. cada vez más mugientes y aterradoras. El agua todavía no llegaba al pretil como otras veces. ¡Milagro! Allí estaba San Bernardo que la pondría freno.
Después la procesión se metió en las lenguas del río que inundaban los callejones.

Era un espectáculo extraño ver toda aquella gente empujada por la fe,.
descendiendo por las callejuelas convertidas en barrancos. Los devotos, levantando el hachón sobre sus cabezas,. entraban sin vacilar agua adelante hasta que el espeso líquido les llegaba cerca de los hombros.
Había que acompañar al santo.

Un viejo temblaba de fiebre. Había cogido unas tercianas en los arrozales,. y sosteniendo el hachón con sus manos trémulas, vacilaba antes de meterse en el río.

--_Entre, agüelo_--gritaban con fe las mujeres.--_El pare San Bernat el curará._.

Había que aprovechar las ocasiones. Puesto el santo a hacer milagros se acordaría también de él.

Y el viejo, temblando bajo sus ropas mojadas,. se metió resueltamente en el agua dando diente con diente.

La imagen iba entrando con lentitud en los callejones inundados. Los robustos gañanes, encorvados bajo el peso de las andas, se hundían en el agua;. sólo podían avanzar ayudados por un grupo de fieles que se cogían a la peana por todos lados. Era una confusa maraña de brazos nervudos y desnudos saliendo del agua para sostener al santo;. un pólipo humano que parecía flotar en la roja corriente sosteniendo la imagen sobre sus lomos.

Detrás iban el cura y los _mandones_ a horcajadas sobre algunos entusiastas que para mayor lustre de la fiesta, se prestaban a hacer de caballerías, llevando ante las narices el cirio, de los jinetes.

El cura, asustado al sentir el frío del agua cerca de la espalda daba órdenes para que el santo volviera atrás. Ya estaba al final de la callejuela, en el mismo río;. se notaban los esfuerzos desesperados,. el recular forzado de aquellos entusiastas que comenzaban a sufrir el impulso de la corriente. Creían que cuando más entrase el santo en el río más pronto bajarían las aguas. Por fin el instinto de conservación les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra,.
repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover.

Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la muchedumbre.

--_¡Vítol el pare San Bernat!_... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba. Dos días de lluvia incesante,. y de repente, no más agua;. había bastado que el santo saliera a la calle.

E inflamadas por el agradecimiento las mujeres lloraban,. abalanzándose a las andas del santo,. besando en ellas lo primero que encontraban,. los barrotes de los portadores o los adornos de la peana;. y toda la fábrica de madera y bronce sacudíase como una barquilla entre el oleaje de cabezas vociferantes,. de brazos extendidos y trémulos por el entusiasmo.

Aún anduvo la procesión más de una hora por las inmediaciones del río,.
hasta que el cura que chorreaba por todas las puntas de su sotana y llevaba cansados más de doce feligreses convertidos voluntariamente en cabalgaduras, se negó a pasar adelante. Por voluntad de aquella gente, el paseo de San Bernardo hubiese durado hasta el amanecer. Pero lo que respondía el cura:. --«¡Lo que al santo le tocaba hacer ya lo ha hecho! ¡A casa!».

Rafael, dejando el cirial a uno de los suyos,. se quedó en el puente entre un grupo de conocedores del país,. que lamentaba los daños de la inundación. Llegaban a cada instante, no se sabía cómo noticias alarmantes de los daños causados por el río. Tal molino estaba aislado por las aguas,. y sus habitantes refugiados en el tejado,. disparaban las escopetas pidiendo auxilio. Muchos huertos habían desaparecido bajo las aguas. Las pocas barcas que había en la ciudad iban como podían por aquel inmenso lago salvando familias,. expuestas a estrellarse contra los obstáculos sumergidos,. teniendo que librarse con desesperados golpes de remo de la veloz corriente.

Y a pesar del peligro, la gente hablaba con una relativa tranquilidad.
Estaban habituados a aquella catástrofe casi anual,. la inundación era un mal inevitable de su vida y lo acogían con resignación. Además, hablaban de los telegramas recibidos por el alcalde con expresión de esperanza.
Al amanecer tendrían auxilio. Llegaría el gobernador de Valencia con los marineros de guerra y se llenaría de barcas la laguna. No quedaban más que unas cuantas horas de espera. Lo importante era que no subiese el nivel del agua.

Y se consultaban las señales puestas en el río,. promoviéndose terribles discusiones. Rafael vio que aún seguía subiendo, aunque con lentitud.

Los hortelanos no querían convencerse. ¿Cómo había de crecer el río después de entrar en él el _pare San Bernat?_ No, señor; no subía: eran mentiras para desacreditar al santo. Y un mocetón de ojos feroces hablaba de vaciarle el vientre de una cuchillada a cierto burlón que aseguraba que el río subiría sólo por el gusto de dejar mal parado al milagroso fraile.

Rafael se acercó al grupo, y a la luz de una linterna reconoció al barbero Cupido,. un maldito guasón de rizadas patillas y nariz aguileña,.
que tenía gusto en burlarse de la dura y salvaje fe de la gente sencilla.

Brull conocía mucho al barbero. Era una de sus admiraciones de adolescente. El miedo a su madre fue lo único que le impidió de muchacho el frecuentar aquella barbería,. refugio de la gente más alegre de la ciudad, nido de murmuraciones y francachelas,. escuela de guitarreos y romanzas amorosas que ponían en conmoción a toda la calle. Además, aquel _Cupido_ era el excéntrico de la ciudad, el bohemio despreocupado y mordaz a quien todo se toleraba;. el hombre que se permitía tener _cosas_ y hablar mal de todo el mundo sin que la gente se indignase. Era el único que podía burlarse de la tiranía de los Brull,. sin que esto le impidiese la entrada en el Casino del partido,. donde los jóvenes admiraban sus chistes y sus trajes estrambóticos.

Rafael le quería, aunque su trato con él no fuese muy íntimo. Entre la gente solemne y conservadora que le rodeaba, aparecíasele el barbero como el único hombre con quien podía hablar. Casi era un artista. Iba a Valencia en invierno para oír las óperas que elogiaban los diarios,. y en un rincón de su tienda tenía montones de novelas y periódicos ilustrados, reblandecidos por la humedad y con las hojas gastadas por el continuo roce de los parroquianos.

Trataba poco a Rafael, adivinando que su madre no había de ver con buenos ojos esta amistad,. pero mostraba cierto aprecio por el joven;. le tuteaba por haberle conocido niño, y decía de él en todas partes.

--Es el mejor de la familia; el único Brull que tiene más talento que malicia.

No ocurría suceso en Alcira que él ignorase;. todas las debilidades y ridiculeces de los personajes de la ciudad, las hacía públicas en su barbería para regocijo de los de la cáscara amarga que se reunían allí a leer los órganos del partido. Los señores del ayuntamiento temían al barbero más que a diez periódicos,. y cuando en alguno de los discursos que los grandes hombres del partido conservador pronunciaban en Madrid leían algo sobre la «hidra revolucionaria»,. o «el foco de la anarquía»,.
se imaginaban una barbería como la de Cupido,. pero mucho más grande, esparciendo por toda la nación una atmósfera venenosa de burlas crueles y perversas insolencias.

No ocurría en la ciudad suceso que no tuviese por indispensable testigo al barbero. Bien podía desarrollarse en lo último del arrabal o en algún huerto;. era indispensable que a los pocos minutos apareciese allí Cupido para enterarse de todo,. prestar socorro al que lo necesitara,. intervenir entre los contendientes y relatar después con mil detalles todo lo ocurrido.

Gozaba de libertad para seguir llevando esta vida. A los parroquianos les servían dos mancebos, tan locos como su maestro:. dos chicuelos a los que Cupido pagaba con lecciones de guitarra y una comida mejor o peor,.
según los ingresos repartidos entre los tres fraternalmente. Y si el maestro asombraba a la ciudad saliendo a paseo en pleno invierno con traje de hilo blanco,. ellos, por no quedar a la zaga, afeitábanse la cabeza y las cejas y asomaban tras la vidriera sus testas como bolas de billar, con gran alborozo de la ciudad,. que acudía a ver los «chinos de Cupido».

Una inundación era para el barbero un gran día. Cerraba la tienda y se establecía en el puente,. sin cuidarse del mal tiempo,. perorando ante un gran grupo,. asustando a los pobres hortelanos con sus exageraciones y mentiras,. dando noticias que, según él, acababa de remitirle el gobernador por telégrafo y con arreglo a las cuales, antes de dos horas no quedaría en la ciudad piedra sobre piedra y hasta el milagroso San Bernardo iría a parar al mar.

Cuando Rafael le encontró en el puente después de la procesión,. estaba próximo a venir a las manos con unos cuantos rústicos, indignados por sus impiedades.

Separándose de los grupos hablaron los dos de los peligros de la inundación. Cupido se mostraba, como siempre, bien enterado. Le habían dicho que el río se llevaba agua abajo a un pobre viejo sorprendido en un huerto. No sería esta la única desgracia. Caballos y cerdos habían pasado muchos bajo el puente en plena tarde,. flotando entre los rojos remolinos con el vientre hinchado como un odre y las patas tiesas.

EL barbero hablaba con gravedad, con cierto aire de tristeza. Rafael le oía, mirándole ansiosamente,. como si deseara que hablase de algo que no se atrevía a indicar. Por fin se decidió: --Y en la casa azul, en ese huerto de doña Pepita,. donde tú vas algunas veces, ¿no ocurrirá algo?

--La casa es fuerte--contestó el barbero--y no es esta la primera inundación que aguanta... Pero está cerca del río y el huerto será un lago a estas horas;. de seguro que el agua llega al primer piso. La pobre sobrina de doña Pepa tendrá un buen susto... ¡Mira que venir de tan lejos, de sitios tan hermosos, para ver estas cosas!... .

Rafael pareció reflexionar un rato,. como si acabara de ocurrírsele la proposición que danzaba en su cabeza desde mucho antes.

--Si fuéramos allá... ¿Qué te parece Cupido?

--¡Ir allá!... ¿Y cómo?

Pero la proposición, por su audacia, forzosamente había de agradar a un hombre como el barbero,. el cual acabó riendo, como si la aventura fuese graciosísima.

--Es verdad; podríamos ir. Tendrá chiste que la _célebre diva_ nos vea llegar como unos venecianos para darla una serenata en medio de su susto... Casi estoy por ir a casa y traerme la guitarra.

--No, Cupido del demonio: fuera guitarras. ¡Qué cosas se te ocurren! Lo que importa es prestar auxilio a esas señoras. Ya ves, ¡si ocurriera una desgracia!.... .

El barbero, atajado en su proyecto novelesco fijó sus ojos en Rafael.

--Tú te interesas también por la _ilustre artista_... ¡Ah pillo! También te ha dado golpe por guapa... Pero ya recuerdo; tú la has visto: me lo dijo ella.

--¡Ella!... ¿ella te ha hablado de mí?

--Algo sin importancia. Me dijo que te había visto en la ermita una tarde.

Y Cupido se calló lo demás. No dijo que Leonora, al nombrarle, había añadido que le parecía «un muchacho tonto».

Rafael mostrábase entusiasmado por la noticia. ¡Había hablado de él! ¡No olvidaba aquel encuentro de penoso recuerdo!... ¿Qué hacía aún allí, inmóvil, en el puente, cuando allá abajo estarían necesitando la presencia de un hombre?

--Oye, Cupido; ahí tengo mi barca; ya sabes;. la que mi padre encargó a Valencia para regalármela. Costillaje de acero;. madera magnífica;. más segura que un navío. Tú entiendes el río... más de una vez te he visto remar;. yo no soy manco... ¿Vamos?

--Andando--dijo el barbero con resolución.

Buscaron una antorcha, y ayudados por varios mocetones, trajeron la barca de Rafael hasta una escalerilla de la ribera.
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El cielo gris, cargado de nubes, parecía tocar la copa de los árboles.
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los caminos hondos y tortuosos,.
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entre las tapias y setos de los huertos, convertíanse en barrancos;.
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como protestando de aquel cambio brusco en el país del sol.
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El río crecía.
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Las aguas rojas y gelatinosas,.
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como arcilla líquida,.
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chocaban contra las pilastras de los puentes,.
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unit 12
hirviendo como montones removidos de hojas secas.
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unit 14
--_¿Munta?..._--preguntaban los que vivían en el interior.
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unit 15
--_Sí que munta_--contestaban los ribereños.
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unit 16
El agua subía con lentitud,.
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unit 19
Nadie sentía miedo ni abandonaba su casa para pasar los puentes,.
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unit 20
buscando un refugio en tierra firme.
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unit 21
¿Para qué?
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unit 22
Aquella inundación sería como todas.
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unit 23
Era inevitable de vez en cuando la cólera del río:.
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unit 24
hasta había que agradecerla,.
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unit 25
pues constituía diversión inesperada;.
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unit 26
una agradable paralización de trabajo.
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unit 27
La confianza moruna daba tranquilidad a la gente.
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unit 29
y nunca se llevó la población:.
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unit 30
algunas casas la vez que más.
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unit 31
¿Y había de sobrevenir ahora la catástrofe?...
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unit 32
El río era el amigo de Alcira:.
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unit 33
se guardaban el afecto de un matrimonio que,.
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unit 34
entre besos y bofetadas,.
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unit 35
llevase seis o siete siglos de vida común.
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unit 36
Además, para la gente menuda, estaba allí el _padre_ San Bernardo,.
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unit 37
tan poderoso como Dios en todo lo que tocase a Alcira,.
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unit 39
Llovía día y noche,.
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unit 40
y sin embargo, la ciudad, por su animación, parecía estar de fiesta.
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unit 41
Los muchachos, emancipados de la escuela por el mal tiempo,.
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unit 43
unit 44
aguardando que la lámina de agua, ensanchándose, llegase hasta ellas.
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unit 46
cuyas canales rotas vomitaban chorros como brazos,.
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unit 47
y después de mirar al río,.
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unit 48
bajo el débil abrigo de sus paraguas, volvían muy ufanos,.
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unit 49
parándose en todas las casas, para dar su opinión sobre la crecida.
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unit 50
Era una de pareceres, discusiones ardorosas y diversas profecías,.
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unit 51
que agitaban la ciudad de un extremo a otro,.
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unit 52
con el calor y la vehemencia de la sangre meridional.
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unit 53
Se disputaba, se enfriaban amistades,.
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unit 54
por si en media hora el río había subido cuatro dedos o uno solo;.
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unit 57
el río hinchándose de rugiente cólera,.
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unit 58
lamiendo con sus lenguas rojas la entrada de las calles bajas,.
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unit 59
unit 60
después de abrir agujeros en los setos y en las tapias.
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unit 62
Si bajaba agua de allá, la inundación sería cosa seria.
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unit 65
Cerca de dos días duraba aquel diluvio.
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unit 66
Cerró la noche y en la obscuridad sonaba lúgubre el mugido del río.
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unit 67
unit 70
Las mujeres y los chicos refugiábanse en los graneros,.
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unit 71
unit 72
poniendo en salvo los aperos de labranza,.
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unit 74
Toda aquella gente de los arrabales,.
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unit 75
al verse en las tinieblas de la noche, con la casa inundada,.
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unit 76
perdió la calma burlona de que había hecho alarde durante el día.
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unit 78
Tal vez esta riada era la definitiva.
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unit 81
--_¡El pare San Bernat!..._ _¡Que traguen al pare San Bernat!_ .
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unit 82
Los hombres se miraban con inquietud.
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unit 83
Nadie podía arreglar aquello como el glorioso patrón.
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unit 84
Ya era hora de buscarle, cual otras veces, para que hiciese el milagro.
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unit 85
Había que ir al ayuntamiento:.
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unit 86
obligar a los señores de viso, gente algo descreída,.
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unit 87
a que sacasen el santo para consuelo de los pobres.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 88
En un momento se formó un verdadero ejército.
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unit 89
unit 90
vociferando su grito de guerra:.
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unit 91
_¡San Bernat!
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unit 93
esa prenda que jamás se despega de la piel del labriego;.
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unit 94
las mujeres con las faldas a la cabeza,.
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unit 95
unit 96
todos mojados de cabeza a pies,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 98
Al frente del inmenso grupo, iban unos mocetones con hachas de viento,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 99
cuyas llamas se enroscaban crepitantes bajo la lluvia,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 100
paseando sus reflejos de incendio sobre la vociferante multitud.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 102
bajo el continuo gotear del cielo y los chorros de los aleros.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 104
y en cada bocacalle, un grupo de gente engrosaba la negra avalancha.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 110
--_¿Qué voleu?_--preguntaba el alcalde a la muchedumbre.
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unit 111
¡Qué había de querer!
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unit 112
El único remedio, la salvación;.
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unit 114
lo que venían haciendo siglos y siglos sus ascendientes,.
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unit 115
gracias a lo cual aún existía la ciudad.
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unit 117
¿No sería mejor desalojar las casas cercanas al río?
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 118
Una tempestad de protestas seguía a esta proposición.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 119
¡Fuera!
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unit 120
¡Querían que saliese el santo!
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unit 121
¡Que hiciera el milagro, como siempre!
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 122
unit 123
aprendidos en la niñez sobre las faldas de la madre;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 125
para que inmediatamente el río se fuera hacia abajo,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 126
desapareciendo como el agua de un cántaro que se rompe.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 127
El alcalde, fiel a la dinastía de los Brull, estaba perplejo.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 128
Le atemorizaba el populacho y quería acceder, como de costumbre,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 129
pero era grave falta no consultar al _quefe_.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 132
En aquellas circunstancias era cuando se lucía su marido,.
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unit 133
dando disposiciones que de nada servían.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 134
Pero al volver el río a su normalidad y desaparecer el peligro,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 136
Si el milagroso santo había de salir,.
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unit 137
que fuese Rafael quien concediera el permiso.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 138
Las elecciones de diputados estaban próximas;.
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unit 139
la inundación no podía llegar con más oportunidad.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 140
Nada de imprudencias, ni de darla un susto;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 143
--Concedido: que saquen a _San Bernat_.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 144
Entre un estrépito de aplausos y vivas a Brull,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 145
la negra avalancha se dirigió a la iglesia.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 146
Había que hablar con el cura para sacar el santo,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 147
y el buen párroco, bondadoso, obeso y un tanto socarrón,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 148
unit 150
perdiendo a cada paso los zapatos en el barro.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 151
Además, cualquier día, después de sacar en rogativa a San Bernardo,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 153
unit 157
y que San Bernardo se quede en su casa.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 159
unit 160
La muchedumbre inquieta por la tardanza, gritaba contra el cura.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 164
Una aclamación inmensa de la muchedumbre,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 165
que llenaba la plaza de la iglesia, saludó la noticia.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 168
Sonreía la gente bajo aquel temporal con la confianza del éxito;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 170
¿Qué no podría San Bernardo?
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 171
Su historia portentosa, como un romance de moros y cristianos,.
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unit 172
inflamaba todas las imaginaciones.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 173
Era un santo de la tierra:.
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unit 174
el hijo segundo del rey moro de Carlet.
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unit 176
que llegó a ser su primer ministro,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 177
y cuando su señor tuvo que andar en tratos con el rey de Aragón,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 178
envió a Barcelona a San Bernardo,.
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unit 179
que entonces se llamaba el príncipe Hamete.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 180
En su viaje, llega una noche a las puertas del monasterio de Poblet.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 181
Los cánticos de los cistercienses,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 183
conmueven el alma del joven sarraceno,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 189
Pero el viejo rey de Carlet había muerto.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 193
predicando una religión de mendigos,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 194
y con unos cuantos jinetes sale en persecución de sus hermanos.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 195
Los encuentra junto a Alcira ocultos en la orilla del río;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 197
Así pereció el santo patrón, adorado con fervor por los pequeños;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 198
el príncipe hermoso, convertido en vagabundo y pordiosero,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 199
sacrificio que halagaba a los más pobres de sus devotos.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 202
y daba vivas al padre San Bernardo,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 204
Se organizaba rápidamente la procesión.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 206
llegaban hombres con hachones y trabucos;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 208
Presentábanse los músicos con las piernas desnudas,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 209
levita de uniforme y emplumado chacó,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 211
Frente a la iglesia brillaban como un incendio los grupos de hachones,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 213
Casi todo el vecindario estaba en la plaza,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 214
a pesar de la lluvia cada vez más fuerte.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 215
Muchos miraban al negro espacio con expresión burlona.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 216
¡Qué chasco iba a llevarse!
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 217
Hacía bien en aprovechar la ocasión soltando tanto agua;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 218
ya cesaría de chorrear tan pronto como saliese San Bernardo.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 223
San Bernardo no iba solo a ninguna parte.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 224
Era cosa sabida hasta por los niños,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 227
Era éste uno de sus milagros acreditados por la tradición.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 229
para salir él de su altar, habían de ir éstas por delante.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 232
avanzaban en aquella atmósfera casi líquida, obscura, tempestuosa,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 233
cortada a trechos por el crudo resplandor de los hachones.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 234
unit 237
La multitud lanzó un rugido.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 238
La música rompió a tocar.
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unit 239
--_¡Vítol el pare San Bernat!_.
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unit 241
como si la isla se abriera en mil pedazos,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 242
arrastrando la ciudad al centro de la tierra.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 243
La plaza se llenó de relámpagos.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 244
Era una verdadera batalla, descargas cerradas,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 245
arcabuzazos sueltos, tiros que parecían cañonazos.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 246
Todas las armas del vecindario saludaban la salida del santo.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 247
Los viejos trabucos cargados hasta la boca,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 248
tronaban con fogonazos que quitaban la vista,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 249
chamuscando a los más cercanos;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 250
disparábanse los pistolones de arzón entre las piernas de los fieles;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 251
repetían sus secas detonaciones las escopetas de fabricación moderna,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 252
y la muchedumbre aficionada a correr la pólvora,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 253
arremolinábase gesticulante y ronca,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 256
unit 258
haciendo vacilar las andas.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 262
--_¡Ay, pare San Bernat!_ _¡Pare San Bernat, salveumos!_.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 263
Otras sacaban chiquillos de entre los pliegues de sus faldas,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 264
y levantándoles sobre sus cabezas,.
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unit 265
buscaban los brazos de los dos poderosos atletas.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 266
--_¡Agárralo!_ _¡Qu' el bese!_.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 268
Le asía del primer sitio que encontraba;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 270
Todo con rapidez, automáticamente,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 271
dejando un chiquillo para coger otro,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 272
con la regularidad de una máquina en función.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 273
Muchas veces el impulso era demasiado rudo;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 274
chocaban las cabezas de los niños con sordo ruido,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 275
unit 276
pero el fervor de la muchedumbre parecía contagiar a los pequeños;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 278
unit 280
el cura, bufando al sentir las primeras caricias de la lluvia,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 281
bajo el gran paraguas de seda roja con que le cubría el sacristán;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 282
y la muchedumbre de hortelanos confundidos con los músicos,.
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unit 283
que más atentos a mirar donde ponían los pies que a los instrumentos,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 284
entonaban una marcha desacorde y rara.
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unit 286
y rodeado de un nimbo rojo por el resplandor de las antorchas,.
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unit 287
saludada en cada esquina por una descarga cerrada,.
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unit 289
tomaba la transparencia de hilos de cristal.
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unit 290
Y en torno del santo, los brazos de los atletas siempre en movimiento,.
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unit 293
El paso del santo provocaba profundos suspiros,.
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unit 294
dolorosas exclamaciones de súplica.
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unit 295
Era un coro de desesperación y de esperanza.
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unit 296
--_¡Salveumos, pare San Bernat!_... _¡Salveumos!_... .
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 297
La procesión llegó al río, pasando y repasando el puente del arrabal.
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unit 298
Reflejáronse las inquietas llamas en las olas lóbregas del río,.
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unit 299
cada vez más mugientes y aterradoras.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 300
El agua todavía no llegaba al pretil como otras veces.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 301
¡Milagro!
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 302
Allí estaba San Bernardo que la pondría freno.
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unit 304
Era un espectáculo extraño ver toda aquella gente empujada por la fe,.
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unit 305
descendiendo por las callejuelas convertidas en barrancos.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 306
Los devotos, levantando el hachón sobre sus cabezas,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 308
Había que acompañar al santo.
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unit 309
Un viejo temblaba de fiebre.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 310
Había cogido unas tercianas en los arrozales,.
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unit 313
Había que aprovechar las ocasiones.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 314
Puesto el santo a hacer milagros se acordaría también de él.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 315
Y el viejo, temblando bajo sus ropas mojadas,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 316
se metió resueltamente en el agua dando diente con diente.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 317
La imagen iba entrando con lentitud en los callejones inundados.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 324
Ya estaba al final de la callejuela, en el mismo río;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 325
se notaban los esfuerzos desesperados,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 329
repitiendo la misma ceremonia.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 330
De pronto cesó de llover.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 333
Allí estaba la prueba.
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unit 334
Dos días de lluvia incesante,.
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unit 335
y de repente, no más agua;.
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unit 336
había bastado que el santo saliera a la calle.
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unit 337
E inflamadas por el agradecimiento las mujeres lloraban,.
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unit 338
abalanzándose a las andas del santo,.
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unit 339
besando en ellas lo primero que encontraban,.
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unit 340
los barrotes de los portadores o los adornos de la peana;.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 342
de brazos extendidos y trémulos por el entusiasmo.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 343
unit 346
Pero lo que respondía el cura:.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 347
--«¡Lo que al santo le tocaba hacer ya lo ha hecho!
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 348
¡A casa!».
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unit 349
Rafael, dejando el cirial a uno de los suyos,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 350
se quedó en el puente entre un grupo de conocedores del país,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 351
que lamentaba los daños de la inundación.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 353
Tal molino estaba aislado por las aguas,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 354
y sus habitantes refugiados en el tejado,.
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unit 355
disparaban las escopetas pidiendo auxilio.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 356
Muchos huertos habían desaparecido bajo las aguas.
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unit 358
expuestas a estrellarse contra los obstáculos sumergidos,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 359
unit 360
Y a pesar del peligro, la gente hablaba con una relativa tranquilidad.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 361
Estaban habituados a aquella catástrofe casi anual,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 364
Al amanecer tendrían auxilio.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 366
No quedaban más que unas cuantas horas de espera.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 367
Lo importante era que no subiese el nivel del agua.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 368
Y se consultaban las señales puestas en el río,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 369
promoviéndose terribles discusiones.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 370
Rafael vio que aún seguía subiendo, aunque con lentitud.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 371
Los hortelanos no querían convencerse.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 375
un maldito guasón de rizadas patillas y nariz aguileña,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 376
unit 377
Brull conocía mucho al barbero.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 378
Era una de sus admiraciones de adolescente.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 384
Era el único que podía burlarse de la tiranía de los Brull,.
0 Translations, 0 Upvotes, Last Activity None
unit 385
sin que esto le impidiese la entrada en el Casino del partido,.
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unit 386
donde los jóvenes admiraban sus chistes y sus trajes estrambóticos.
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unit 387
Rafael le quería, aunque su trato con él no fuese muy íntimo.
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Casi era un artista.
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unit 390
unit 393
pero mostraba cierto aprecio por el joven;.
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unit 394
le tuteaba por haberle conocido niño, y decía de él en todas partes.
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No ocurría suceso en Alcira que él ignorase;.
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unit 400
o «el foco de la anarquía»,.
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se imaginaban una barbería como la de Cupido,.
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Bien podía desarrollarse en lo último del arrabal o en algún huerto;.
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prestar socorro al que lo necesitara,.
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Gozaba de libertad para seguir llevando esta vida.
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unit 411
según los ingresos repartidos entre los tres fraternalmente.
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que acudía a ver los «chinos de Cupido».
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Una inundación era para el barbero un gran día.
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Cerraba la tienda y se establecía en el puente,.
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sin cuidarse del mal tiempo,.
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perorando ante un gran grupo,.
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unit 419
asustando a los pobres hortelanos con sus exageraciones y mentiras,.
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unit 421
Cuando Rafael le encontró en el puente después de la procesión,.
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unit 424
Cupido se mostraba, como siempre, bien enterado.
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unit 426
No sería esta la única desgracia.
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unit 429
EL barbero hablaba con gravedad, con cierto aire de tristeza.
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Rafael le oía, mirándole ansiosamente,.
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unit 431
como si deseara que hablase de algo que no se atrevía a indicar.
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unit 432
unit 433
donde tú vas algunas veces, ¿no ocurrirá algo?
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unit 435
de seguro que el agua llega al primer piso.
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unit 437
.
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unit 438
Rafael pareció reflexionar un rato,.
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--Si fuéramos allá... ¿Qué te parece Cupido?
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--¡Ir allá!...
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¿Y cómo?
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el cual acabó riendo, como si la aventura fuese graciosísima.
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--Es verdad; podríamos ir.
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--No, Cupido del demonio: fuera guitarras.
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¡Qué cosas se te ocurren!
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unit 449
Lo que importa es prestar auxilio a esas señoras.
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unit 450
Ya ves, ¡si ocurriera una desgracia!....
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unit 451
.
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unit 452
El barbero, atajado en su proyecto novelesco fijó sus ojos en Rafael.
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unit 453
--Tú te interesas también por la _ilustre artista_... ¡Ah pillo!
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--¡Ella!...
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¿ella te ha hablado de mí?
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--Algo sin importancia.
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Me dijo que te había visto en la ermita una tarde.
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Y Cupido se calló lo demás.
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Rafael mostrábase entusiasmado por la noticia.
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¡Había hablado de él!
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¡No olvidaba aquel encuentro de penoso recuerdo!...
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--Oye, Cupido; ahí tengo mi barca; ya sabes;.
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la que mi padre encargó a Valencia para regalármela.
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Costillaje de acero;.
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madera magnífica;.
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unit 469
más segura que un navío.
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Tú entiendes el río... más de una vez te he visto remar;.
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unit 471
yo no soy manco... ¿Vamos?
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unit 472
--Andando--dijo el barbero con resolución.
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Las primeras lluvias del invierno caían con insistencia sobre la
comarca. El cielo gris, cargado de nubes, parecía tocar la copa de los
árboles. La tierra rojiza de los campos obscurecíase bajo el continuo
chaparrón;. los caminos hondos y tortuosos,. entre las tapias y setos de
los huertos, convertíanse en barrancos;. paralizábase la vida laboriosa
del cultivo y los pobres naranjos, tristes y llorosos, encogíanse bajo
el diluvio,. como protestando de aquel cambio brusco en el país del sol.

El río crecía. Las aguas rojas y gelatinosas,. como arcilla líquida,.
chocaban contra las pilastras de los puentes,. hirviendo como montones
removidos de hojas secas. Los habitantes de las casas inmediatas al
Júcar seguían con mirada ansiosa el curso del río y plantaban en la
orilla cañas y palos para convencerse de la subida de su nivel.

--_¿Munta?..._--preguntaban los que vivían en el interior.

--_Sí que munta_--contestaban los ribereños.

El agua subía con lentitud,. amenazando a la ciudad que audazmente había
echado raíces en medio de su curso.

Pero a pesar del peligro, los vecinos no iban más allá de una alarmada
curiosidad. Nadie sentía miedo ni abandonaba su casa para pasar los
puentes,. buscando un refugio en tierra firme. ¿Para qué? Aquella
inundación sería como todas. Era inevitable de vez en cuando la cólera
del río:. hasta había que agradecerla,. pues constituía diversión
inesperada;. una agradable paralización de trabajo. La confianza moruna
daba tranquilidad a la gente. Lo mismo había hecho en tiempo de sus
padres, de sus abuelos y tatarabuelos,. y nunca se llevó la población:.
algunas casas la vez que más. ¿Y había de sobrevenir ahora la
catástrofe?... El río era el amigo de Alcira:. se guardaban el afecto de
un matrimonio que,. entre besos y bofetadas,. llevase seis o siete siglos
de vida común. Además, para la gente menuda, estaba allí el _padre_ San
Bernardo,. tan poderoso como Dios en todo lo que tocase a Alcira,. y único
capaz de domar aquel monstruo que desarrollaba sus ondulantes anillos de
olas rojizas.

Llovía día y noche,. y sin embargo, la ciudad, por su animación, parecía
estar de fiesta. Los muchachos, emancipados de la escuela por el mal
tiempo,. iban a los puentes a arrojar ramas para apreciar la velocidad de
la corriente,. o descendían por las callejuelas vecinas al río para
colocar señales,. aguardando que la lámina de agua, ensanchándose,
llegase hasta ellas.

La gente de los cafés se deslizaba por las calles al abrigo de los
grandes aleros,. cuyas canales rotas vomitaban chorros como brazos,. y
después de mirar al río,. bajo el débil abrigo de sus paraguas, volvían
muy ufanos,. parándose en todas las casas, para dar su opinión sobre la
crecida.

Era una de pareceres, discusiones ardorosas y diversas profecías,. que
agitaban la ciudad de un extremo a otro,. con el calor y la vehemencia de
la sangre meridional. Se disputaba, se enfriaban amistades,. por si en
media hora el río había subido cuatro dedos o uno solo;. y faltaba poco
para venir a las manos por si esta riada era más importante que la
anterior.

Y mientras tanto el cielo, llorando incesantemente por sus innumerables
ojos;. el río hinchándose de rugiente cólera,. lamiendo con sus lenguas
rojas la entrada de las calles bajas,. asomábase a los huertos de las
orillas y penetraba por entre los naranjos,. después de abrir agujeros en
los setos y en las tapias.

La única preocupación era si llovería al mismo tiempo en las montañas de
Cuenca. Si bajaba agua de allá, la inundación sería cosa seria. Y los
curiosos hacían esfuerzos al anochecer por adivinar el color de las
aguas,. temiendo verlas negruzcas, señal cierta de que venían de la otra
provincia.

Cerca de dos días duraba aquel diluvio. Cerró la noche y en la
obscuridad sonaba lúgubre el mugido del río. Sobre su negra superficie
reflejábanse, como inquietos pescados de fuego,. las luces de las casas
ribereñas y los farolillos de los curiosos que examinaban las orillas.

En las calles bajas, el agua, al extenderse, se colaba por debajo de las
puertas. Las mujeres y los chicos refugiábanse en los graneros,. y los
hombres, arremangados de piernas, chapoteaban en el líquido fangoso,.
poniendo en salvo los aperos de labranza,. o tirando de algún borriquillo
que retrocedía asustado, metiéndose cada vez más en el agua.

Toda aquella gente de los arrabales,. al verse en las tinieblas de la
noche, con la casa inundada,. perdió la calma burlona de que había hecho
alarde durante el día. La dominaba el pavor de lo sobrenatural y buscaba
con infantil ansiedad una protección, un poder fuerte que atajase el
peligro. Tal vez esta riada era la definitiva. ¿Quién sabe si serían
ellos los destinados a perecer con las últimas ruinas de la ciudad?...
Las mujeres gritaban asustadas al ver las míseras callejuelas
convertidas en acequias.

--_¡El pare San Bernat!..._ _¡Que traguen al pare San Bernat!_ .

Los hombres se miraban con inquietud. Nadie podía arreglar aquello como
el glorioso patrón. Ya era hora de buscarle, cual otras veces, para que
hiciese el milagro.

Había que ir al ayuntamiento:. obligar a los señores de viso, gente algo
descreída,. a que sacasen el santo para consuelo de los pobres.

En un momento se formó un verdadero ejército. Salían de las lóbregas
callejuelas, chapoteando en el agua como ranas,. vociferando su grito de
guerra:. _¡San Bernat! ¡San Bernat!_ Los hombres, remangados de piernas y
brazos, o desnudos, sin otra concesión al pudor que la faja,. esa prenda
que jamás se despega de la piel del labriego;. las mujeres con las faldas
a la cabeza,. hundiendo en el barro sus tostadas y enjutas piernas de
bestias de trabajo;. todos mojados de cabeza a pies,. con las ropas
mustias y colgantes adheridas a la carne. Al frente del inmenso grupo,
iban unos mocetones con hachas de viento,. cuyas llamas se enroscaban
crepitantes bajo la lluvia,. paseando sus reflejos de incendio sobre la
vociferante multitud.

--_¡San Bernat!_ _¡San Bernat!_... _¡Viva el pare San Bernat!_

Pasaban por las calles con el estrépito y la violencia de un pueblo
amotinado,. bajo el continuo gotear del cielo y los chorros de los
aleros. Abríanse puertas y ventanas, uniéndose nuevas voces a la
delirante aclamación,. y en cada bocacalle, un grupo de gente engrosaba
la negra avalancha.

Iban todos al ayuntamiento, furiosos y amenazantes como si solicitaran
algo que podían negarles,. y entre la muchedumbre veíanse escopetas,
viejos trabucos y antiguas pistolas de arzón enormes como arcabuces.
Parecía que iban a matar al río.

El alcalde, con todos los del ayuntamiento, aguardaba a la puerta de la
casa de la ciudad. Habían llegado corriendo, seguidos de alguaciles y
gente de la ronda, para hacer frente al motín.

--_¿Qué voleu?_--preguntaba el alcalde a la muchedumbre.

¡Qué había de querer! El único remedio, la salvación;. llevar al santo
omnipotente a la orilla del río para que le metiera miedo con su
presencia;. lo que venían haciendo siglos y siglos sus ascendientes,.
gracias a lo cual aún existía la ciudad.

Algunos vecinos que eran mal mirados por la gente del campo, a causa de
su incredulidad, sonreían. ¿No sería mejor desalojar las casas cercanas
al río? Una tempestad de protestas seguía a esta proposición. ¡Fuera!
¡Querían que saliese el santo! ¡Que hiciera el milagro, como siempre!

Y acudía a la memoria de la gente sencilla el recuerdo de los prodigios,.
aprendidos en la niñez sobre las faldas de la madre;. las veces que en
otros siglos había bastado asomar a San Bernardo a un callejón de la
orilla,. para que inmediatamente el río se fuera hacia abajo,.
desapareciendo como el agua de un cántaro que se rompe.

El alcalde, fiel a la dinastía de los Brull, estaba perplejo. Le
atemorizaba el populacho y quería acceder, como de costumbre,. pero era
grave falta no consultar al _quefe_. Por fortuna, cuando la gran masa
negra comenzaba a revolverse indignada por su silencio y salían de ella
silbidos y gritos hostiles, llegó Rafael.

Doña Bernarda le había hecho salir al primer asomo de la popular
manifestación. En aquellas circunstancias era cuando se lucía su marido,.
dando disposiciones que de nada servían. Pero al volver el río a su
normalidad y desaparecer el peligro,. el popular rebaño admiraba sus
sacrificios, llamándole el padre de los pobres. Si el milagroso santo
había de salir,. que fuese Rafael quien concediera el permiso. Las
elecciones de diputados estaban próximas;. la inundación no podía llegar
con más oportunidad. Nada de imprudencias, ni de darla un susto;. pero
debía hacer algo, para que la gente hablase de él como hablaba de su
padre en tales casos.

Por esto Rafael, después de hacerse explicar por los más exaltados el
deseo de la manifestación ordenó con majestuoso ademán:.

--Concedido: que saquen a _San Bernat_.

Entre un estrépito de aplausos y vivas a Brull,. la negra avalancha se
dirigió a la iglesia.

Había que hablar con el cura para sacar el santo,. y el buen párroco,
bondadoso, obeso y un tanto socarrón,. se resistía siempre a acceder a lo
que él llamaba una tradicional mojiganga. Le complacía poco salir en
procesión, bajo un paraguas, con la sotana remangada,. perdiendo a cada
paso los zapatos en el barro. Además, cualquier día, después de sacar en
rogativa a San Bernardo,. el río se llevaba media ciudad, ¿y en qué
postura,--como decía él--quedaba la religión por culpa de aquella turba
de vociferadores?

Rafael y sus acólitos del ayuntamiento se esforzaban por convencer al
cura,. pero éste sólo contestaba a su petición preguntando si venía agua
de Cuenca.

--Creo que sí--dijo el alcalde.--Ya ve usted que con esto aumenta el
peligro y se hace más precisa la salida del santo.

--Pues si viene agua de allá--contestó el párroco,--lo mejor es dejarla
pasar,. y que San Bernardo se quede en su casa. Estas cosas de santos se
han de tocar con mucha discreción, créanme ustedes... Y si no acuérdense
de aquella riada en la que el agua iba por encima de los puentes.
Sacamos el santo, y poco faltó para que el río se lo llevara agua abajo.

La muchedumbre inquieta por la tardanza, gritaba contra el cura. Era una
escena extraña ver al hombre de iglesia protestando en nombre del buen
sentido;. pretendiendo luchar contra las preocupaciones amontonadas por
varios siglos de fanatismo.

--Puesto que ustedes lo quieren, sea--dijo por fin.--Saquen el santo y
que Dios se apiade de nosotros.

Una aclamación inmensa de la muchedumbre,. que llenaba la plaza de la
iglesia, saludó la noticia. Seguía cayendo la lluvia y sobre las
apretadas filas de cabezas cubiertas con faldas, mantas y alguno que
otro paraguas,. pasaban las rojizas llamas de los hachones tiñendo de
escarlata las mojadas caras.

Sonreía la gente bajo aquel temporal con la confianza del éxito;.
gozándose por adelantado con el terror del río apenas entrase en él la
bendita imagen. ¿Qué no podría San Bernardo? Su historia portentosa,
como un romance de moros y cristianos,. inflamaba todas las
imaginaciones. Era un santo de la tierra:. el hijo segundo del rey moro
de Carlet. Por su talento, su cortesía y su hermosura, obtuvo tanto
éxito en la corte del rey de Valencia,. que llegó a ser su primer
ministro,. y cuando su señor tuvo que andar en tratos con el rey de
Aragón,. envió a Barcelona a San Bernardo,. que entonces se llamaba el
príncipe Hamete.

En su viaje, llega una noche a las puertas del monasterio de Poblet.
Los cánticos de los cistercienses,. difundiéndose místicos y vagorosos en
la calma de la noche al través de las ojivas,. conmueven el alma del
joven sarraceno,. que se siente atraído a la religión de los enemigos por
el encanto de la poesía. Se bautiza, toma el blanco hábito de San
Bernardo de Clairveux y vuelve algún tiempo después al reino de Valencia
para predicar el cristianismo. Le respeta la tolerancia con que los
monarcas sarracenos acogían todas las doctrinas religiosas,. y convierte
a sus dos hermanas, dos hermosas moras que toman los nombres de Gracia y
María,. e inflamadas de santo entusiasmo quieren acompañar al hermano en
sus predicaciones.

Pero el viejo rey de Carlet había muerto. En el mando del pequeño estado
feudatario, especie de jefatura de kabila militar,. le había sucedido su
primogénito, el arrogante Almanzor, un moro brutal y orgulloso,. que se
afrenta de que individuos de su familia vayan por los caminos rotos y
miserables,. predicando una religión de mendigos,. y con unos cuantos
jinetes sale en persecución de sus hermanos. Los encuentra junto a
Alcira ocultos en la orilla del río;. con un revés de su espada, corta el
cuello a las dos hermanas y San Bernardo es crucificado y le taladran la
frente con un clavo enorme. Así pereció el santo patrón, adorado con
fervor por los pequeños;. el príncipe hermoso, convertido en vagabundo y
pordiosero,. sacrificio que halagaba a los más pobres de sus devotos.

La muchedumbre recordaba esta historia, repetida de generación en
generación,. sin más crédito que las tradiciones ni otros documentos
justificantes que la fe popular,. y daba vivas al padre San Bernardo,.
convencida de que era el primer ministro de Dios como lo había sido del
rey moro de Valencia.

Se organizaba rápidamente la procesión. Por las estrechas calles de la
isla corría la lluvia formando arroyos, y descalzos o hundiendo sus
zapatos en el agua,. llegaban hombres con hachones y trabucos;. mujeres
guardando sus pequeñuelos bajo la hinchada tienda que formaban las sayas
subidas a la cabeza. Presentábanse los músicos con las piernas desnudas,.
levita de uniforme y emplumado chacó,. semejantes a esos jefes indígenas
que adornan su desnudez con casacas y tricornios de deshecho.

Frente a la iglesia brillaban como un incendio los grupos de hachones,. y
al través del gran hueco de la puerta veíanse, cual lejanas
constelaciones, los cirios de los altares.

Casi todo el vecindario estaba en la plaza,. a pesar de la lluvia cada
vez más fuerte. Muchos miraban al negro espacio con expresión burlona.
¡Qué chasco iba a llevarse! Hacía bien en aprovechar la ocasión soltando
tanto agua;. ya cesaría de chorrear tan pronto como saliese San Bernardo.

La procesión comenzaba a extender su doble cadena de llamas entre el
apretado gentío.

--_¡Vítol el pare San Bernat!_--gritaban a la vez un sinnúmero de voces
roncas.

--_¡Vítol les chermanetes!_--añadían otros corrigiendo la falta de
galantería de los más entusiastas.

Porque las hermanitas, las santas mártires Gracia y María, también
figuraban en la procesión. San Bernardo no iba solo a ninguna parte. Era
cosa sabida hasta por los niños,. que no había fuerza en el mundo capaz
de arrancar al santo de su altar si antes no salían las hermanas. Juntas
todas las caballerías de los huertos, y tirando un año, no conseguirían
moverle de su pedestal. Era éste uno de sus milagros acreditados por la
tradición. Le inspiraban las mujeres poca confianza--según decían los
comentadores alegres--y no queriendo perder de vista a sus hermanas,.
para salir él de su altar, habían de ir éstas por delante.

Asomaron a la puerta de la iglesia las santas hermanas, balanceándose en
su peana sobre las cabezas de los devotos.

--_¡Vítol les chermanetes!_

Y las pobres _chermanetes_, goteando por todos los pliegues de sus
vestiduras,. avanzaban en aquella atmósfera casi líquida, obscura,
tempestuosa,. cortada a trechos por el crudo resplandor de los hachones.

Los músicos probaban los instrumentos preparándose a soplar la Marcha
Real. En el hueco iluminado de la puerta se marcó algo que brillaba
sobre las cabezas como un ídolo de oro. Avanzaba pesadamente, con
fatigoso cabeceo, como movido por las olas de un mar irritado.

La multitud lanzó un rugido. La música rompió a tocar.

--_¡Vítol el pare San Bernat!_.

Pero la música y las aclamaciones quedaron ahogadas por un estrépito
horripilante,. como si la isla se abriera en mil pedazos,. arrastrando la
ciudad al centro de la tierra. La plaza se llenó de relámpagos. Era una
verdadera batalla, descargas cerradas,. arcabuzazos sueltos, tiros que
parecían cañonazos. Todas las armas del vecindario saludaban la salida
del santo. Los viejos trabucos cargados hasta la boca,. tronaban con
fogonazos que quitaban la vista,. chamuscando a los más cercanos;.
disparábanse los pistolones de arzón entre las piernas de los fieles;.
repetían sus secas detonaciones las escopetas de fabricación moderna,. y
la muchedumbre aficionada a correr la pólvora,. arremolinábase
gesticulante y ronca,. enardecida por el excitante humo mezclado con la
humedad de la lluvia y por la presencia de aquella imagen de bronce,.
cuya cara redonda y bondadosa de frailecillo sano, parecía adquirir
palpitaciones de vida a la luz de las antorchas.

Ocho hombres forzudos y casi en cueros encorvábanse bajo el peso del
santo. Las oleadas de gente estrellábanse contra ellos,. haciendo vacilar
las andas. Dos atletas despechugados, admiradores del santo, marchaban a
ambos lados, conteniendo el gentío.

Las mujeres, sofocadas por la aglomeración, empujadas y golpeadas por el
vaivén,. rompían a llorar con la vista fija en el santo, agitadas por un
sollozo histérico.

--_¡Ay, pare San Bernat!_ _¡Pare San Bernat, salveumos!_.

Otras sacaban chiquillos de entre los pliegues de sus faldas,. y
levantándoles sobre sus cabezas,. buscaban los brazos de los dos
poderosos atletas.

--_¡Agárralo!_ _¡Qu' el bese!_.

Y el atleta, por encima de la gente, agarraba al chiquillo con una mano
que parecía una garra. Le asía del primer sitio que encontraba;.
elevábale hasta el nivel del santo para que besase el bronce y lo
devolvía como una pelota a los brazos de su madre. Todo con rapidez,
automáticamente,. dejando un chiquillo para coger otro,. con la
regularidad de una máquina en función. Muchas veces el impulso era
demasiado rudo;. chocaban las cabezas de los niños con sordo ruido,.
aplastábanse las tiernas narices contra los pliegues del metálico
hábito,. pero el fervor de la muchedumbre parecía contagiar a los
pequeños;. eran los futuros adoradores del fraile moro,.y rascándose los
chichones con las tiernas manecitas,. se tragaban las lágrimas y volvían
a adherirse a las faldas de sus madres.

Detrás del glorioso santo marchaban Rafael y los señores del
ayuntamiento con gruesos blandones;. el cura, bufando al sentir las
primeras caricias de la lluvia,. bajo el gran paraguas de seda roja con
que le cubría el sacristán;. y la muchedumbre de hortelanos confundidos
con los músicos,. que más atentos a mirar donde ponían los pies que a los
instrumentos,. entonaban una marcha desacorde y rara. Seguían los tiros,
las aclamaciones delirantes a San Bernardo y sus hermanas,. y rodeado de
un nimbo rojo por el resplandor de las antorchas,. saludada en cada
esquina por una descarga cerrada,. iba navegando la imagen sobre aquel
oleaje de cabezas azotado por la lluvia que, a la luz de los cirios,.
tomaba la transparencia de hilos de cristal. Y en torno del santo, los
brazos de los atletas siempre en movimiento,. subiendo y bajando
chiquillos que babeaban el mojado bronce del padre San Bernardo. En
balcones y ventanas aglomerábanse las mujeres con la cabeza resguardada
por las faldas. El paso del santo provocaba profundos suspiros,.
dolorosas exclamaciones de súplica. Era un coro de desesperación y de
esperanza.

--_¡Salveumos, pare San Bernat!_... _¡Salveumos!_... .

La procesión llegó al río, pasando y repasando el puente del arrabal.
Reflejáronse las inquietas llamas en las olas lóbregas del río,. cada vez
más mugientes y aterradoras. El agua todavía no llegaba al pretil como
otras veces. ¡Milagro! Allí estaba San Bernardo que la pondría freno.
Después la procesión se metió en las lenguas del río que inundaban los
callejones.

Era un espectáculo extraño ver toda aquella gente empujada por la fe,.
descendiendo por las callejuelas convertidas en barrancos. Los devotos,
levantando el hachón sobre sus cabezas,. entraban sin vacilar agua
adelante hasta que el espeso líquido les llegaba cerca de los hombros.
Había que acompañar al santo.

Un viejo temblaba de fiebre. Había cogido unas tercianas en los
arrozales,. y sosteniendo el hachón con sus manos trémulas, vacilaba
antes de meterse en el río.

--_Entre, agüelo_--gritaban con fe las mujeres.--_El pare San Bernat el
curará._.

Había que aprovechar las ocasiones. Puesto el santo a hacer milagros se
acordaría también de él.

Y el viejo, temblando bajo sus ropas mojadas,. se metió resueltamente en
el agua dando diente con diente.

La imagen iba entrando con lentitud en los callejones inundados. Los
robustos gañanes, encorvados bajo el peso de las andas, se hundían en el
agua;. sólo podían avanzar ayudados por un grupo de fieles que se cogían
a la peana por todos lados. Era una confusa maraña de brazos nervudos y
desnudos saliendo del agua para sostener al santo;. un pólipo humano que
parecía flotar en la roja corriente sosteniendo la imagen sobre sus
lomos.

Detrás iban el cura y los _mandones_ a horcajadas sobre algunos
entusiastas que para mayor lustre de la fiesta, se prestaban a hacer de
caballerías, llevando ante las narices el cirio, de los jinetes.

El cura, asustado al sentir el frío del agua cerca de la espalda daba
órdenes para que el santo volviera atrás. Ya estaba al final de la
callejuela, en el mismo río;. se notaban los esfuerzos desesperados,. el
recular forzado de aquellos entusiastas que comenzaban a sufrir el
impulso de la corriente. Creían que cuando más entrase el santo en el
río más pronto bajarían las aguas. Por fin el instinto de conservación
les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra,.
repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover.

Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la
muchedumbre.

--_¡Vítol el pare San Bernat!_... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los
vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba. Dos días de
lluvia incesante,. y de repente, no más agua;. había bastado que el santo
saliera a la calle.

E inflamadas por el agradecimiento las mujeres lloraban,. abalanzándose a
las andas del santo,. besando en ellas lo primero que encontraban,. los
barrotes de los portadores o los adornos de la peana;. y toda la fábrica
de madera y bronce sacudíase como una barquilla entre el oleaje de
cabezas vociferantes,. de brazos extendidos y trémulos por el entusiasmo.

Aún anduvo la procesión más de una hora por las inmediaciones del río,.
hasta que el cura que chorreaba por todas las puntas de su sotana y
llevaba cansados más de doce feligreses convertidos voluntariamente en
cabalgaduras, se negó a pasar adelante. Por voluntad de aquella gente,
el paseo de San Bernardo hubiese durado hasta el amanecer. Pero lo que
respondía el cura:. --«¡Lo que al santo le tocaba hacer ya lo ha hecho! ¡A
casa!».

Rafael, dejando el cirial a uno de los suyos,. se quedó en el puente
entre un grupo de conocedores del país,. que lamentaba los daños de la
inundación. Llegaban a cada instante, no se sabía cómo noticias
alarmantes de los daños causados por el río. Tal molino estaba aislado
por las aguas,. y sus habitantes refugiados en el tejado,. disparaban las
escopetas pidiendo auxilio. Muchos huertos habían desaparecido bajo las
aguas. Las pocas barcas que había en la ciudad iban como podían por
aquel inmenso lago salvando familias,. expuestas a estrellarse contra los
obstáculos sumergidos,. teniendo que librarse con desesperados golpes de
remo de la veloz corriente.

Y a pesar del peligro, la gente hablaba con una relativa tranquilidad.
Estaban habituados a aquella catástrofe casi anual,. la inundación era un
mal inevitable de su vida y lo acogían con resignación. Además, hablaban
de los telegramas recibidos por el alcalde con expresión de esperanza.
Al amanecer tendrían auxilio. Llegaría el gobernador de Valencia con los
marineros de guerra y se llenaría de barcas la laguna. No quedaban más
que unas cuantas horas de espera. Lo importante era que no subiese el
nivel del agua.

Y se consultaban las señales puestas en el río,. promoviéndose terribles
discusiones. Rafael vio que aún seguía subiendo, aunque con lentitud.

Los hortelanos no querían convencerse. ¿Cómo había de crecer el río
después de entrar en él el _pare San Bernat?_ No, señor; no subía: eran
mentiras para desacreditar al santo. Y un mocetón de ojos feroces
hablaba de vaciarle el vientre de una cuchillada a cierto burlón que
aseguraba que el río subiría sólo por el gusto de dejar mal parado al
milagroso fraile.

Rafael se acercó al grupo, y a la luz de una linterna reconoció al
barbero Cupido,. un maldito guasón de rizadas patillas y nariz aguileña,.
que tenía gusto en burlarse de la dura y salvaje fe de la gente
sencilla.

Brull conocía mucho al barbero. Era una de sus admiraciones de
adolescente. El miedo a su madre fue lo único que le impidió de muchacho
el frecuentar aquella barbería,. refugio de la gente más alegre de la
ciudad, nido de murmuraciones y francachelas,. escuela de guitarreos y
romanzas amorosas que ponían en conmoción a toda la calle. Además, aquel
_Cupido_ era el excéntrico de la ciudad, el bohemio despreocupado y
mordaz a quien todo se toleraba;. el hombre que se permitía tener _cosas_
y hablar mal de todo el mundo sin que la gente se indignase. Era el
único que podía burlarse de la tiranía de los Brull,. sin que esto le
impidiese la entrada en el Casino del partido,. donde los jóvenes
admiraban sus chistes y sus trajes estrambóticos.

Rafael le quería, aunque su trato con él no fuese muy íntimo. Entre la
gente solemne y conservadora que le rodeaba, aparecíasele el barbero
como el único hombre con quien podía hablar. Casi era un artista. Iba a
Valencia en invierno para oír las óperas que elogiaban los diarios,. y en
un rincón de su tienda tenía montones de novelas y periódicos
ilustrados, reblandecidos por la humedad y con las hojas gastadas por el
continuo roce de los parroquianos.

Trataba poco a Rafael, adivinando que su madre no había de ver con
buenos ojos esta amistad,. pero mostraba cierto aprecio por el joven;. le
tuteaba por haberle conocido niño, y decía de él en todas partes.

--Es el mejor de la familia; el único Brull que tiene más talento que
malicia.

No ocurría suceso en Alcira que él ignorase;. todas las debilidades y
ridiculeces de los personajes de la ciudad, las hacía públicas en su
barbería para regocijo de los de la cáscara amarga que se reunían allí a
leer los órganos del partido. Los señores del ayuntamiento temían al
barbero más que a diez periódicos,. y cuando en alguno de los discursos
que los grandes hombres del partido conservador pronunciaban en Madrid
leían algo sobre la «hidra revolucionaria»,. o «el foco de la anarquía»,.
se imaginaban una barbería como la de Cupido,. pero mucho más grande,
esparciendo por toda la nación una atmósfera venenosa de burlas crueles
y perversas insolencias.

No ocurría en la ciudad suceso que no tuviese por indispensable testigo
al barbero. Bien podía desarrollarse en lo último del arrabal o en algún
huerto;. era indispensable que a los pocos minutos apareciese allí Cupido
para enterarse de todo,. prestar socorro al que lo necesitara,. intervenir
entre los contendientes y relatar después con mil detalles todo lo
ocurrido.

Gozaba de libertad para seguir llevando esta vida. A los parroquianos
les servían dos mancebos, tan locos como su maestro:. dos chicuelos a los
que Cupido pagaba con lecciones de guitarra y una comida mejor o peor,.
según los ingresos repartidos entre los tres fraternalmente. Y si el
maestro asombraba a la ciudad saliendo a paseo en pleno invierno con
traje de hilo blanco,. ellos, por no quedar a la zaga, afeitábanse la
cabeza y las cejas y asomaban tras la vidriera sus testas como bolas de
billar, con gran alborozo de la ciudad,. que acudía a ver los «chinos de
Cupido».

Una inundación era para el barbero un gran día. Cerraba la tienda y se
establecía en el puente,. sin cuidarse del mal tiempo,. perorando ante un
gran grupo,. asustando a los pobres hortelanos con sus exageraciones y
mentiras,. dando noticias que, según él, acababa de remitirle el
gobernador por telégrafo y con arreglo a las cuales, antes de dos horas
no quedaría en la ciudad piedra sobre piedra y hasta el milagroso San
Bernardo iría a parar al mar.

Cuando Rafael le encontró en el puente después de la procesión,. estaba
próximo a venir a las manos con unos cuantos rústicos, indignados por
sus impiedades.

Separándose de los grupos hablaron los dos de los peligros de la
inundación. Cupido se mostraba, como siempre, bien enterado. Le habían
dicho que el río se llevaba agua abajo a un pobre viejo sorprendido en
un huerto. No sería esta la única desgracia. Caballos y cerdos habían
pasado muchos bajo el puente en plena tarde,. flotando entre los rojos
remolinos con el vientre hinchado como un odre y las patas tiesas.

EL barbero hablaba con gravedad, con cierto aire de tristeza. Rafael le
oía, mirándole ansiosamente,. como si deseara que hablase de algo que no
se atrevía a indicar. Por fin se decidió:

--Y en la casa azul, en ese huerto de doña Pepita,. donde tú vas algunas
veces, ¿no ocurrirá algo?

--La casa es fuerte--contestó el barbero--y no es esta la primera
inundación que aguanta... Pero está cerca del río y el huerto será un
lago a estas horas;. de seguro que el agua llega al primer piso. La pobre
sobrina de doña Pepa tendrá un buen susto... ¡Mira que venir de tan
lejos, de sitios tan hermosos, para ver estas cosas!... .

Rafael pareció reflexionar un rato,. como si acabara de ocurrírsele la
proposición que danzaba en su cabeza desde mucho antes.

--Si fuéramos allá... ¿Qué te parece Cupido?

--¡Ir allá!... ¿Y cómo?

Pero la proposición, por su audacia, forzosamente había de agradar a un
hombre como el barbero,. el cual acabó riendo, como si la aventura fuese
graciosísima.

--Es verdad; podríamos ir. Tendrá chiste que la _célebre diva_ nos vea
llegar como unos venecianos para darla una serenata en medio de su
susto... Casi estoy por ir a casa y traerme la guitarra.

--No, Cupido del demonio: fuera guitarras. ¡Qué cosas se te ocurren! Lo
que importa es prestar auxilio a esas señoras. Ya ves, ¡si ocurriera una
desgracia!.... .

El barbero, atajado en su proyecto novelesco fijó sus ojos en Rafael.

--Tú te interesas también por la _ilustre artista_... ¡Ah pillo! También
te ha dado golpe por guapa... Pero ya recuerdo; tú la has visto: me lo
dijo ella.

--¡Ella!... ¿ella te ha hablado de mí?

--Algo sin importancia. Me dijo que te había visto en la ermita una
tarde.

Y Cupido se calló lo demás. No dijo que Leonora, al nombrarle, había
añadido que le parecía «un muchacho tonto».

Rafael mostrábase entusiasmado por la noticia. ¡Había hablado de él! ¡No
olvidaba aquel encuentro de penoso recuerdo!... ¿Qué hacía aún allí,
inmóvil, en el puente, cuando allá abajo estarían necesitando la
presencia de un hombre?

--Oye, Cupido; ahí tengo mi barca; ya sabes;. la que mi padre encargó a
Valencia para regalármela. Costillaje de acero;. madera magnífica;. más
segura que un navío. Tú entiendes el río... más de una vez te he visto
remar;. yo no soy manco... ¿Vamos?

--Andando--dijo el barbero con resolución.

Buscaron una antorcha, y ayudados por varios mocetones, trajeron la
barca de Rafael hasta una escalerilla de la ribera.