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- XXVI -.
Reacción.
El Corregidor seguía en la cama, tal y como acababa de verlo el tío Lucas por el ojo de la llave.
-¡Qué bien sudo, Garduña!. ¡Me he salvado de una enfermedad! -exclamó tan luego como penetró el alguacil en la estancia-. ¿Y la señá Frasquita? ¿Has dado con ella? . ¿Viene contigo? ¿Ha hablado con la Señora?.
-La Molinera, señor [-respondió Garduña con angustiado acento-], me engañó como a un pobre hombre;. pues no se fue a la ciudad, sino al pueblecillo... en busca de su esposo. [Perdone Usía la torpeza…].
-¡Mejor! ¡Mejor! -dijo el madrileño, con los ojos chispeantes de maldad-. ¡Todo se ha salvado entonces!. Antes de que amanezca estarán caminando para las cárceles de la Inquisición,. atados codo con codo, el tío Lucas y la señá Frasquita, y allí se pudrirán sin tener a quien contarle sus aventuras de esta noche. Tráeme la ropa, Garduña, que ya estará seca… . ¡Tráemela y vísteme! ¡El amante se va a convertir en Corregidor!… .
Garduña bajó a la cocina por la ropa.
- XXVII -.
¡Favor al Rey!.
Entretanto, la señá Frasquita, el señor Juan López y Toñuelo avanzaban hacia el molino, al cual llegaron pocos minutos después.
-¡Yo entraré delante! -exclamó el alcalde de monterilla-. ¡Para algo soy la autoridad!. Sígueme, Toñuelo, y usted, señá Frasquita, espérese a la puerta hasta que yo la llame.
Penetró, pues, el señor Juan López bajo la parra, donde vio a la luz de la luna un hombre casi jorobado, vestido como solía el Molinero,. con chupetín y calzón de paño pardo, faja negra, medias azules, montera murciana de felpa, y el capote de monte al hombro.
-¡Él es! -gritó el alcalde-. ¡Favor al rey! ¡Entréguese usted, tío Lucas!.
El hombre de la montera intentó meterse en el molino.
-¡Date! -gritó a su vez Toñuelo, saltando sobre él, cogiéndolo por el pescuezo,. aplicándole una rodilla al espinazo y haciéndole rodar por tierra.
Al mismo tiempo, otra especie de fiera saltó sobre Toñuelo,. y agarrándolo de la cintura, lo tiró sobre el empedrado y principió a darle de bofetones.
Era la señá Frasquita, que exclamaba:.
-¡Tunante! ¡Deja a mi Lucas!.
Pero, en esto, otra persona, que había aparecido llevando del diestro una borrica, metióse resueltamente entre los dos, y trató de salvar a Toñuelo… .
Era Garduña, que, tomando al alguacil del lugar por don Eugenio de Zúñiga, le decía a la Molinera:.
-¡Señora, respete usted a mi amo!.
Y la derribó de espaldas sobre el lugareño.
La señá Frasquita, viéndose entre dos fuegos,. descargó entonces a Garduña tal revés en medio del estómago, que le hizo caer de boca tan largo como era.
Y, con él, ya eran cuatro las personas que rodaban por el suelo.
El señor Juan López impedía entretanto levantarse al supuesto tío Lucas, teniéndole plantado un pie sobre los riñones.
-¡Garduña! ¡Socorro! ¡Favor al rey!. ¡Yo soy el Corregidor! -gritó al fin don Eugenio, sintiendo que la pezuña del alcalde,. calzada con albarca de piel de toro, lo reventaba materialmente.
-¡El Corregidor! ¡Pues es verdad! -dijo el señor Juan López, lleno de asombro… .
-¡El Corregidor! -repitieron todos. Y pronto estuvieron de pie los cuatro derribados.
-¡Todo el mundo a la cárcel! -exclamó don Eugenio de Zúñiga-. ¡Todo el mundo a la horca!.
-Pero, señor... -observó el señor Juan López, poniéndose de rodillas-. ¡Perdone Usía que lo haya maltratado! ¡Cómo había de conocer a Usía con esa ropa [tan ordinaria?].
-¡Bárbaro! -replicó el Corregidor-. ¡Alguna había de ponerme! ¿No sabes que me han robado la mía?. ¿No sabes que una compañía de ladrones, mandada por el tío Lucas...?.
-¡Miente usted! -gritó la navarra.
-Escúcheme usted, señá Frasquita -le dijo Garduña, llamándola aparte-. Con permiso del señor Corregidor y la compaña… . ¡Si usted no arregla esto, nos van a ahorcar a todos, empezando por el tío Lucas!… .
-Pues ¿qué ocurre? -preguntó la señá Frasquita.
-Que el tío Lucas anda a estas horas por la ciudad vestido de Corregidor...,. y que Dios sabe si habrá llegado con su disfraz hasta el propio dormitorio de la Corregidora.
Y el alguacil le refirió en cuatro palabras todo lo que ya sabemos.
-¡Jesús! -exclamó la Molinera-. ¡Conque mi marido me cree deshonrada! ¡Conque ha ido a la ciudad a vengarse!. ¡Vamos, vamos a la ciudad, y justificadme a los ojos de mi Lucas!.
-¡Vamos a la ciudad, e impidamos que ese hombre hable con mi mujer y le cuente todas las majaderías que se haya figurado!. -dijo el Corregidor, arrimándose a una de las burras-. Déme usted un pie para montar, señor alcalde.
-Vamos a la ciudad, sí... -añadió Garduña-;. ¡y quiera el cielo, señor Corregidor, que el tío Lucas, amparado por su vestimenta, se haya contentado con hablarle a la Señora!.
-¿Qué dices, desgraciado? -prorrumpió don Eugenio de Zúñiga-. ¿Crees tú [a ese villano] capaz?… .
-¡De todo! -contestó la señá Frasquita.
- XXVIII -.
¡Ave María Purísima! ¡Las doce y media y sereno!.
Así gritaba por las calles de la ciudad quien tenía facultades para tanto,. cuando la Molinera y el Corregidor, cada cual en una de las burras del molino,. el señor Juan López en su mula, y los dos alguaciles andando, llegaron a la puerta del Corregimiento.
La puerta estaba cerrada.
Dijérase que para el gobierno, lo mismo que para los gobernados, había concluido todo por aquel día.
-¡Malo! -pensó Garduña.
Y llamó con el aldabón dos o tres veces.
Pasó mucho tiempo, y ni abrieron ni contestaron.
La señá Frasquita estaba más amarilla que la cera.
El Corregidor se había comido ya todas las uñas de ambas manos.
¡Pum!... ¡Pum!... ¡Pum!..., golpes y más golpes a la puerta del Corregimiento . (aplicados sucesivamente por los dos alguaciles y por el señor Juan López)... .¡Y nada! ¡No respondía nadie! ¡No abrían! ¡No se movía una mosca! . ¡Sólo se oía el claro rumor de los caños de una fuente que había en el patio de la casa!.
Y de esta manera transcurrían minutos, largos como eternidades.
Al fin, cerca de la una, abrióse un ventanillo del piso segundo,. y dijo una voz femenina:
-¿Quién?.
-Es la voz del ama de leche... -murmuró Garduña.
-¡Yo! -respondió don Eugenio de Zúñiga-. ¡Abrid!.
Pasó un instante de silencio.
-¿Y quién es usted? -replicó luego la nodriza.
-¿Pues no me está usted oyendo? ¡Soy el amo!... ¡El Corregidor!… .
Hubo otra pausa.
-¡Vaya usted mucho con Dios! -repuso la buena mujer-. Mi amo vino hace una hora, y se acostó en seguida. ¡Acuéstense ustedes también, y duerman el vino que tendrán en el cuerpo!.
Y la ventana se cerró de golpe.
La señá Frasquita se cubrió el rostro con las manos.
-¡Ama! -tronó el Corregidor, fuera de sí-. ¿No oye usted que le digo que abra la puerta?. ¿No oye usted que soy yo? ¿Quiere usted que la ahorque también?.
La ventana volvió a abrirse.
-Pero vamos a ver... [-expuso el ama-]. ¿Quién es usted para dar esos gritos?.
-¡Soy el Corregidor!.
-¡Dale, bola! ¿No le digo a usted que el señor corregidor vino antes de las doce..., . y que yo lo vi con mis propios ojos encerrarse en las habitaciones de la Señora?. ¿Se quiere usted divertir conmigo? ¡Pues espere usted..., y verá lo que le pasa!.
Al mismo tiempo se abrió repentinamente la puerta y una nube de criados y ministriles,. provistos de sendos garrotes, se lanzó sobre los de afuera, exclamando furiosamente:.
-¡A ver! ¿Dónde está ese que dice que es el Corregidor? . ¿Dónde está ese chusco? ¿Dónde está ese borracho?.
Y se armó un lío de todos los demonios en medio de la oscuridad, sin que nadie pudiera entenderse,. y no dejando de recibir algunos palos el Corregidor, Garduña, el señor Juan López y Toñuelo.
Era la segunda paliza que le costaba a don Eugenio su aventura de aquella noche,. además del remojón que se dio en el caz del molino.
La señá Frasquita, apartada de aquel laberinto, lloraba por la primera vez de su vida… .
-¡Lucas! ¡Lucas! -decía-. ¡Y has podido dudar de mí! ¡Y has podido estrechar en tus brazos a otra! . ¡Ah! ¡Nuestra desventura no tiene ya remedio!.
- XXIX -.
Post nubila... Diana.
-¿Qué escándalo es éste? -dijo al fin una voz tranquila, . majestuosa y de gracioso timbre, resonando encima de aquella baraúnda.
Todos levantaron la cabeza, y vieron a una mujer vestida de negro asomada al balcón principal del edificio.
-¡La Señora! -dijeron los criados, suspendiendo la retreta de palos.
-¡Mi mujer! -tartamudeó don Eugenio.
-Que pasen esos rústicos... . El señor Corregidor dice que lo permite... -agregó la Corregidora.
Los criados cedieron paso, y el de Zúñiga y sus compañeros penetraron en el portal y tomaron por la escalera de arriba.
Ningún reo ha subido al patíbulo con paso tan inseguro y semblante tan demudado como el Corregidor subía las escaleras de su casa. Sin embargo, la idea de su deshonra principiaba ya a descollar, con noble egoísmo,. por encima de todos los infortunios que había causado y que lo afligían y sobre las demás ridiculeces de la situación en que se hallaba… .
-¡Antes que todo -iba pensando-, soy un Zúñiga y un Ponce de León!... . ¡Ay de aquellos que lo hayan echado en olvido! . [¡Ay de mi mujer, si ha mancillado mi nombre!].